Saltar al contenido

J.G. Ballard

abril 19, 2009

J.G. Ballard (Foto:EL MUNDO)

El escritor británico James Graham Ballard, amigo del surrealismo y maestro de la ciencia-ficción, murió a los 78 años el 19 de abril de 2009, a consecuencia de un cáncer de próstata, según revelaba su autobiografía Milagros de vida (Mondadori, 2008). Su esposa, Mary, falleció trágicamente en 1963 en Alicante durante unas vacaciones. El escritor sacó adelante a sus tres hijos en su casa de Shepperton, en los suburbios de Londres, y desde hace tiempo mantenía una relación de pareja con Claire Walsh, que lo ha acompañado hasta la muerte.

Biografía

Ballard, nacido en 1930 en Shanghai, donde sus padres eran miembros de la colonia británica, tuvo una infancia exótica y aventurera en China al vivir la invasión japonesa y verse recluido con su familia en el campo de concentración de Lunghua. Esa experiencia la narró El imperio del sol (Minotauro), su novela más famosa y que Spielberg convirtió en película. Ballard regresó a Reino Unido de adolescente y nunca pudo adaptarse al mundo gris y cerrado de la sociedad británica. Estudió Medicina, y la anatomía, la patología y la disección forman parte integrante de su literatura. También se enroló en la fuerza aérea (RAF) donde realizó el curso de piloto. Las imágenes, sueños y experiencias traumáticas de la guerra le acompañaron toda la vida y formaron en buena medida su mundo creativo, cargado de simbolismo y  metáforas. Los edificios deshabitados, los night-clubs y hoteles abandonados, las piscinas vacías, los desiertos… son algunos de los no-lugares oníricos que pueblan los sensacionales cuentos y novelas de Ballard, cuya lectura provoca una sensación escalofriante, a la vez de extrañeza y reconocimiento. El escritor, que tras la muerte de su mujer pasó una época abismal de alcohol, desesperación y promiscuidad, afirmó que no necesitaba drogas para imaginar sus mundos. Algunos críticos vieron en su escritura un elemento enfermizo, malsano y perverso. Sus muchos admiradores, en cambio, destacan su capacidad de avizorar el futuro y de escrutar en las profundidades de nuestras almas, sondeando los elementos más tenebrosos, pero también los más conmovedores y extraordinarios.

Admirador de los pintores surrealistas, de Magritte, de Dalí, de De Chirico, de Delvaux sobre todo, de los que su universo imaginario es muy deudor, e interesado en el psicoanálisis, Ballard estuvo muy próximo al mundo artístico y se vinculó a los movimientos vanguardistas de los sesenta, sobre todo el pop-art. En una ocasión, incluso organizó una exposición de automóviles destrozados en accidentes, un tema que le obsesionaba y que sublimó en su novela Crash (1973), llevada al cine por David Cronenberg. De su época más experimental, en la que no dudó en acercarse a la pornografía y rodear su escritura de elementos morbosos y alucinatorios, son libros inclasificables como La exhibición de atrocidades (1966).

Gran contador de historias fantásticas, acuñador del término «espacio interior» (como contraposición al de las galaxias) en la ciencia-ficción, varias de sus obras más conocidas giran en torno a catástrofes que amenazan la Tierra y conducen a los personajes a una regresión psicológica, a un apocalipsis interno que no deja de tener un elemento de regeneración. Novelas como El mundo sumergido, La sequía o El mundo de cristal imaginan la civilización abocada a su fin respectivamente por inundaciones, falta de agua o un extraño fenómeno que cristaliza la naturaleza. En 2008 el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) le dedicó una magnífica exposición.

VER: EL PAÍS

No comments yet

Deja un comentario